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viernes, 3 de julio de 2020

FÍSICOS ENCUENTRAN ALGO EXTRAÑO ( Y FASCINANTE ) MIENTRAS BUSCABAN MATERIA OSCURA




Instalaciones del experimento XENON1T localizadas bajo el Laboratorio Nacional del Gran Sasso, Italia. (Crédito imagen: Roberto Corrieri y Patrick De Perio).


En plenos Apeninos italianos, concretamente en la sierra de los montes Abruzos, existe un macizo llamado Gran Sasso que no solo alberga un parque nacional de belleza singular, sino que también acoge la sede del Laboratorio Nacional del Gran Sasso (LNGS), lugar de notable importancia científica estos días.

Dependiente del Instituto Nacional de Física Nuclear italiano (INFN), el laboratorio Gran Sasso es en realidad el centro de estudios avanzados de este instututo y si digo que estos últimos días goza de popularidad mediática es por cierto experimento llevado a cabo bajo sus instalaciones (a dos kilómetros de profundidad para ser exactos) que en su día requirió de la fabricación de un detector, cuyo elemento central consistía en un tanque de 3.500 litros de xenón ultra puro líquido.

En efecto, el detector XENON1T, que es extremadamente sensible, fue diseñado principalmente con un motivo: encontrar la esquiva “materia oscura”. Para ello, durante dos años (de 2016 a 2018) el detector fue recopilando datos sobre las colisiones que se daban contra los átomos de xenón. Cuando una de las esquivas partículas que se pretendían “cazar” interactuaba con el núcleo o los electrones de un átomo de xenón, se liberaban diminutos destellos de luz que los sensores de la pared del experimento lograban detectar.

Las partículas que se pretendían detectar de este modo eran “especiales”, en el sentido de que interactuaban con la materia muy rara vez. Pensad por ejemplo en los neutrinos, esos mensajeros cósmicos que atraviesan nuestros cuerpos (y la Tierra) sin que los percibamos.

En cuanto a la misteriosa materia oscura, se la considera uno de los grandes enigmas de la ciencia. Nadie la ha visto jamás ya que se cree que por su naturaleza, ni emite, ni interactúa con, ningún tipo de radiación electromagnética. Si se teoriza sobre su existencia es porque esta explica los efectos que los astrofísicos observan en las velocidades orbitales de las galaxias.

Se cree que la liberación de energía que siguió al Big Bang, dio lugar tanto a la materia ordinaria (o bariónica) de la que se componen las estrellas y galaxias que contemplamos con nuestros telescopios, como a otro tipo de materia invisible que actúa como un “pegamento” manteniendo unidas a las galaxias. Curiosamente, la materia ordinaria solo comprende el 4% de la densidad total del universo, mientras que la materia oscura podría ser entre seis y siete veces más numerosa.

Vayamos al grano, cuando los científicos que controlaban el experimento XENON1T comenzaron a analizar los datos obtenidos tras dos años de observaciones, se dieron cuenta de que habían detectado más interacciones de las que el Sistema Estándar de física de partículas predecía. En concreto, esperaban haber detectado 232 interacciones de baja energía con los electrones del xenón, pero el resultado obtenido fue de 285. 

¿De dónde venían esos 53 eventos inesperados? Tras analizar todos los datos, los investigadores del equipo internacional responsable del experimento llegaron a tres posibles explicaciones:


1) Tal vez acabaran de detectar por primera vez una partícula teórica, emitida por el sol, a la que dan en llamar axión.

2) Quizás una de las propiedades de los neutrinos, llamada momento magnético, tenía un valor más alto del previamente predicho.

3) Podría ser simplemente que en el detector se coló un elemento radioactivo muy común: el tritio (el isótopo radioactivo del hidrógeno).

Comenzando por la última, decir que la descomposición espontánea de unos pocos átomos de tritio diseminados entre dos toneladas de xenón ultra puro, podrían producir señales como las observadas. En cuanto a la segunda explicación, de ser cierta nos veríamos obligados a revisar el Modelo Estándar, abriendo la puerta a una nueva física más allá del modelo establecido. Por ello, la opción que más visos tiene de ser cierta (si bien con un grado de incertidumbre muy elevado) y la preferida por los investigadores por ser también la más excitante, es la primera. 

Teóricamente, los axiones son partículas de baja masa que podrían explicar un misterio de la física llamado problema CP fuerte, que se pregunta por qué las partículas subatómicas llamadas quarks, siguen las mismas leyes de la física al ser remplazadas por su imagen especular con carga opuesta, cuando no hay razón para que tal cosa ocurra. De existir los axiones, esto implicaría que el sol debería producirlos en su núcleo, y que probablemente podríamos detectarlos desde la Tierra. Además, se han propuesto a los axiones como posibles culpables (al menos parcialmente) de la existencia de la materia oscura.

¿36 POSIBLES CIVILIZACIONES EXTRATERRESTRES EN NUESTRA GALAXIA ?




Extraterrestre fantasmal. (Imagen creative commons vista en pxfuel).


En el estudio probabilístico del número de civilizaciones extraterrestres en nuestra galaxia, realmente hay tres números que importan: 0, 1 o infinito. El cero en este caso queda descartado, por el mero hecho de nuestra propia existencia (la única civilización de la que tenemos constancia) y este dato juega por el momento a favor del uno. Para comenzar a pensar en el infinito, o en un número que tienda a ello (como se dice cuando se manejan límites de funciones matemáticas) antes es preciso superar la unidad.

Dado que hasta el momento la ciencia se empeña, empírica y tercamente, en mostrarnos un único ejemplo de mundo en el que ha surgido la vida (el nuestro) cualquier resultado que obtengamos manipulando a nuestro antojo los valores de la famosa ecuación de Drake, pertenecerán más al reino de la filosofía que al de la verdadera ciencia. Lo cual no significa que no sea divertido hacer ejercicios basados en lo que los anglosajones llaman “wishful thinking” y que podríamos traducir como pensamiento desiderativo (o si lo preferís “ilusorio”).

Hace ahora un mes, los medios hacían referencia a una estimación sobre la probabilidad de vida extraterrestre en nuestra galaxia. Esta técnica estadística se basa en las evidencias u observaciones, para inferir la probabilidad de que cierta hipótesis pueda ser cierta. El nombre se lo debemos al matemático Thomas Bayes, y la técnica se aplica hoy en día en el reconocimiento de patrones por ordenador (entre otras cosas).

Bien, en aquel estudio, llevado a cabo por el profesor de astronomía David Kipping (Universidad de la Universidad de Columbia), se llegó a una conclusión concreta: la vida puede surgir con cierta facilidad, si se dan condiciones similares a las vistas en la Tierra. (Hablamos de un planeta rocoso con un radio similar al de la Tierra, situado en la zona de habitabilidad de una estrella similar a nuestro sol, que se mantenga estable durante miles de millones de años). Sin embargo, el mismo estudio estableció que la aparición de vida compleja e inteligente podría ser poco probable. De hecho, según el trabajo de Kipping, si pudiéramos hacer retroceder el reloj hacia los años de formación de nuestro planeta, y observásemos de nuevo su evolución, podría darse el caso de que cualquier mínimo cambio alterase el resultado final, modificando alguna o todas las ramas del árbol de la vida y tal vez eliminando a nuestra especie en el proceso.

El trabajo de Kipping, serio y concienciado, merece respeto, pero sigue basándose en las probabilidades inferidas a partir del único ejemplo conocido de vida: el nuestro. Estos días atrás, probablemente hayáis oído hablar de un nuevo enfoque sobre el problema del cálculo de vida en nuestra galaxia, que ha dado como resultado un titular llamativo: el número de civilizaciones extraterrestres en la Vía Láctea podría ser 36.

El estudio, realizado por dos astrofísicos llamados Tom Westby y Christopher Conselice (de la Universidad de Nottingham en el Reino Unido) llega a esa conclusión tras aplicar el conocimiento obtenido tras los avances efectuados en astronomía durante las últimas décadas, particularmente en exoplanetas.


Esos datos básicamente son los siguientes:

1) Se estima que existen entre 200.000 y 400.000 millones de estrellas en la Vía Láctea.

2) Aproximadamente el 20% de ellas son similares a nuestro sol (es decir de tipo espectral F, G o K).

3) Un cuarto de esas estrellas cuenta con un planeta rocoso (con un radio comprendido entre el 75% y el 150% del terrestre) que las órbita en un período equivalente al de un año.

4) Se asume también que todos esos mundos cuentan con los ingredientes idóneos para que surja la vida. 

Como veis ninguno de esos datos dan mucha información sobre la frecuencia con la que vida emerge, o sobre los períodos de tiempo en la que esta puede sustentarse, que deben resultar suficientemente extensos como para dar lugar a formas complejas y multicelulares, basadas en tejidos altamente diferenciados. (Este último punto no sucedió en la Tierra hasta la Explosión Cámbrica, es decir hace unos 540 millones de años). Y por supuesto esos datos tampoco dan información sobre las probabilidades de que surja una especie inteligente, capaz de forjar una civilización tecnológica avanzada como la que vemos a nuestro alrededor.

¿ PORQUE EL COVID-19 NO VA A DESAPARECER COMO LO HIZO EL SARS ?




Representación gráfica del virus SARS-CoV-2 (Imagen creative commons vista en Wikipedia).


Pese a que algunos médicos, como la oncóloga británica Karol Sikora, creen que la pandemia actual se “extinguirá por sí sola”, algunos virólogos no lo tienen tan claro. La doctora Sikora (profesora en la facultad de medicina de la Universidad de Buckingham) cree que al igual que existen infecciones leves que pasan desapercibidas, y que dan como resultado un robustecimiento de la inmunidad poblacional, algo similar ocurrirá con el SARS-CoV-2. Si estuviera en lo cierto, la población mundial alcanzaría rápidamente la ansiada “inmunidad de rebaño”, dejando al coronavirus sin ningún otro lugar al que acudir, salvo a su extinción.

Lamentablemente la idea de dejar al virus actuar sin control para alcanzar rápidamente la inmunidad de grupo (como se hizo en Suecia, o inicialmente en Reino Unido) es cuando menos poco recomendable. De hecho, los estudios serológicos realizados en los países de nuestro entorno han mostrado que los infectados representan una porción muy pequeña de la población total. Apenas un 5% en España, un 4,4% en Francia, un 6,8% en Reino Unido y un 7,3% en Estocolmo, la capital sueca. 

Resumiendo: estamos muy lejos de alcanzar la inmunidad de rebaño, independientemente de las medidas anti-pandemia que cada país haya aplicado. Por desgracia esto significa que el índice de mortalidad del virus es relativamente alto (algo más del 1% de los infectados fallece) lo cual plantea dudas sobre la idoneidad de dejar que el virus se consuma solo. En lugar de eso, lo más sensato sería imaginar un futuro en el que podamos convivir con el SARS-CoV-2.

Pero hablemos del “primo” del actual coronavirus, el causante del brote de SARS que irrumpió en 2002 y que dio lugar a una epidemia que duró un año y medio aproximadamente. Aquel virus, llamado SARS-CoV-1, llegó efectivamente a desaparecer sin necesidad de conseguir una vacuna, después de haber infectado a unas 8.000 personas y haber matado al 10% de ellas.

El virus responsable de aquella enfermedad neumónica, que se contagiaba por transmisión respiratoria, se llegó a controlar mediante medidas sanitarias públicas muy similares a las que se han tomado ahora: realización de test a las personas con síntomas (fiebre y dificultad respiratoria), aislamiento y cuarentena en los casos sospechosos, restricciones a los desplazamientos. Todo funcionó y se logró acabar con el SARS, una enfermedad que mostraba una diferencia fundamental con la actual COVID-19: normalmente solo las personas con síntomas podían transmitirla.

Así, centrando la respuesta en las personas que mostraban fiebre, dificultades respiratorias, y daban positivo, no fue demasiado complicado finiquitar al SARS. En el caso de la COVID-19 tenemos una diferencia positiva y otra negativa, por un lado contamos con la dificultad añadida de que las personas asintomáticas, pueden contagiar el virus. Este es el secreto del éxito del virus, que ha contagiado a millones de personas en todo el mundo. Como aspecto positivo, la mortalidad del coronavirus causante de la neumonía de Wuhan es mucho más baja que la vista hace 20 años con el SARS.

Sabemos además que los murciélagos actúan como un reservorio de virus debido a la densidad de sus colonias, que les obliga a vivir hacinados, intercambiando virones constantemente. Por tanto no es descabellado pensar que en un futuro no demasiado lejano, otro virus del tipo SARS de el salto a los humanos.

Pero no nos anticipemos, el problema ahora es controlar la COVID-19 mientras llega la ansiada vacuna, lo cual está resultando todo un reto debido precisamente a la facilidad con que se transmite. Además, aún no sabemos si los contagiados que se recuperan pueden seguir transmitiendo la enfermedad, o incluso si pueden volver a enfermar de nuevo por COVID. Todos estos factores probablemente implican que el SARS-CoV-2 se va a asentar en la población humana, pasando a ser endémico justo como sus “parientes” los coronavirus causantes del resfriado común.

Durante el último siglo hemos tenido al menos cinco pandemias de gripe, y de hecho la última (antes del COVID-19) responsable del H1N1 de 2009, sigue contando con descendientes en circulación, más de una década después.

Dado que desconocemos cuánto dura la inmunidad natural contra el coronavirus de Wuhan, ni de si esta es capaz de bloquear por completo la enfermedad o simplemente acabar con los síntomas, no parece nada claro que el SARS-CoV-2 vaya a extinguirse por sí solo. Por tanto solo nos queda una opción, reducir la incidencia de la COVID-19 tanto como sea posible mientras esperamos a que llegue una vacuna segura y efectiva, con la que podamos proteger al grueso de la población.

LA CARRERA ESPACIAL DE CIENCIA FICCIÓN QUE SPACE X PREPARA PARA EL FUTURO




El colosal sistema Starship en pruebas en las instalaciones de SpaceX en Texas | imagen SpaceX


Lanzaron un coche al espacio, han recuperado docenas de etapas que aterrizan suavemente en una barcaza flotando en el mar, han construido una nave futurista y han llevado dos astronautas a la estación espacial internacional en la primera misión tripulada de una compañía privada. Durante las últimas décadas la exploración del espacio había entrado en un lento proceso de olvido, las grandes hazañas de las décadas prodigiosas de los ’60 y ’70 quedaban ya muy lejos y las principales agencias espaciales, con mucho menos protagonismo y presupuestos, se limitaban a operaciones en la órbita baja. Muchos nos preguntábamos si el final de los sueños espaciales del ser humano acabaría consistiendo en desarrollar misiones de poco riesgo en la comodidad de las bajas altitudes, útiles pero con poca trascendencia… pero entonces un nuevo elemento se sumó a la ecuación. A las viejas conocidas, como Boeing o Lockheed Martin, se unieron otras nuevas como Blue Origin, Virgin Galactic y, por supuesto, SpaceX.

Apenas han pasado dos días desde su histórica misión Crew Dragon DM2, con la que llevaron con éxito a dos astronautas a la Estación Espacial Internacional y, mientras escribo estas líneas, la compañía de Elon Musk vuelve de nuevo a lanzar su exitoso Falcon 9 para colocar en el espacio una nueva tanda de 60 satélites de la constelación Starlink. Este colosal proyecto pretende colocar miles de pequeños satélites para ofrecer un servicio de internet de banda ancha, baja latencia y cobertura mundial a bajo costo. No ha tenido la repercusión obtenida por la misión tripulada pero también ha supuesto un gran récord para SpaceX que ha conseguido recuperar y reutilizar la primera etapa del Falcon por quinta vez. 

El futuro del espacio pasa por diseños cada vez más baratos y fiables, reutilización de muchos elementos y etapas que también ayudarán a ahorrar costes y por la imparable irrupción de las compañías privadas. Por eso, ante los sonoros avances de los últimos meses, cabe preguntarse: ¿Qué más tiene preparado SpaceX para los próximos años?

El pasado 06 de mayo, mientras los ojos del mundo se encontraban distraídos con los preparativos finales para el despegue de la Crew Dragon, en las instalaciones de Spacex en Boca Chica, Texas, ocurría un hecho fundamental para el futuro de la compañía. Exactamente a las 01:57 CEST, y durante unos breves tres segundos, la compañía realizó con éxito el primer encendido estático de un prototipo de Starship. Tras incontables contratiempos, retrasos e incluso explosiones en las pruebas, el mayor proyecto de SpaceX pasaba su primera gran prueba. Treinta horas más tarde, lo volvieron a conseguir… la gigantesca Starship rugía en las instalaciones como preludio a la vuelta de la carrera espacial a las grandes ligas.

El proyecto Starship, compuesto por la nave espacial más el Super Heavy rocket, “representan un sistema, completo y totalmente reutilizable, diseñado para transportar tanto tripulación como carga a la órbita terrestre, la Luna, Marte y más allá. Starship será el vehículo de lanzamiento más poderoso del mundo jamás desarrollado, con la capacidad de transportar más de 100 toneladas métricas a la órbita terrestre”. Esta es la definición que la propia compañía ofrece en su web de lo que, a buen seguro, será el futuro de la exploración espacial en los próximos años.

Los planes de Musk pasan por establecer y asegurar los lanzamientos a la órbita baja con este nuevo sistema: más astronautas y más lanzamientos en los próximos meses con el tándem compuesto por Dragon y Falcon, y mientras tanto terminar el desarrollo y pruebas de la gigantesca Starship… a partir de ahí saltar a la Luna, Marte y el resto de vecinos en el Sistema Solar. Más de ciento veinte metros de altura, treinta y siete motores Raptor y una capacidad de carga que puede llegar a superar las doscientas toneladas, en sus versiones más avanzadas, son algunos de los elementos que convierten a esta poderosa máquina en nuestra mayor baza para regresar al espacio.


DESCUBREN POR CASUALIDAD EL AGUJERO NEGRO MÁS CERCANO A LA TIERRA




Panorámica de campo amplio con la constelación Telescopium y el sistema HR6819 | imagen European Southern Observatory (ESO)


Tras el aburrido nombre de HR 6819 nos encontramos con un sistema estelar en el que cualquier observador desde el Hemisferio Sur puede distinguir dos de sus grandes estrellas a simple vista. Pero más allá de nuestros ojos, oculto entre esos dos brillantes luceros, los astrofísicos que trabajan en el Observatorio de la Silla en Chile, han localizado un tercer elemento de ese sistema, desconocido hasta ahora. Un objeto que no se puede ver por una sencilla, aunque siempre fascinante, razón: se trata de un agujero negro, el más cercano que hemos sido capaces de registrar hasta el momento. El descubrimiento ha resultado ser una sorpresa para todos, incluyendo al propio equipo responsable de la detección que ni siquiera trabajaba para encontrar agujeros negros.

El sistema HR 6819, situado a unos mil años luz, dentro de la inmensa Constelación Telescopium, ha intrigado desde hace años a todos los astrónomos que lo han estudiado. Es lo que estaban haciendo precisamente el equipo liderado por Thomas Rivinius del European Southern Observatory (ESO), pensando que el sistema era un binario simple, compuesto por dos estrellas visibles que orbitaban entre sí. Mediante el telescopio MPG / ESO de 2,2 metros situado en Chile, los astrofísicos se encontraron con algo mucho más extraño: una de esas estrellas orbitaba un objeto desconocido cada 40 días, formando un conjunto interior mientras que la segunda estrella giraba alrededor de ese conjunto. Resulta que HR 6819 no es un sistema binario sino que está compuesto por esas dos estrellas visibles y un tercero en discordia, tan discreto que ha pasado desapercibido durante décadas a nuestros instrumentos.

El estudio de las órbitas y datos recogidos muestran que ese objeto invisible posee aproximadamente cuatro veces la masa de nuestro Sol, un agujero negro pequeño en comparación con otros monstruos supermasivos que se han detectado. El hallazgo se ha publicado en la revista Astronomy & Astrophysics hace tan solo unos días, y el Observatorio ha acompañado el estudio con un espectacular vídeo haciendo zoom a la región donde se encuentra el sistema HR 6819:
Este inesperado descubrimiento tiene algunas consecuencias interesantes. La primera y más evidente es que, de confirmarse que el objeto oscuro de HR 6819 es realmente un agujero negro como parecen indicar hasta ahora los datos, se trataría del más cercano a nosotros superando en ese ranking a A0620-00 (V616 Monocerotis) que se encuentra aproximadamente a unos 2800 años luz. El siguiente en ese pódium es el célebre Cygnus X-1, cuya existencia se conoce desde mediados de la década de los ’60, pero que se encuentra a unos 8.000 años luz. El nuevo agujero negro se colocaría como el más cercano descubierto hasta ahora a tan solo 1.000 años luz de nosotros.

Otra de las consecuencias de la detección es, en palabras del investigador responsable, “que abre la puerta al descubrimiento de otros agujeros similares, más pequeños y con menos interacción con las estrellas que lo rodean”. Tal y como explican en el Smithsonian Magazine, “el nuevo agujero negro no está acumulando masa de su estrella compañera”. En la Vía Láctea se conocen muy pocos ejemplos de este tipo de agujero negro "que no interactúa", pero este descubrimiento podría llevar a los astrónomos a revelar una población cósmica oculta. Los datos indican que solo en nuestra galaxia debería de haber entre cien millones y mil millones de agujeros negro de masa estelar (es decir, agujeros negros que se formaron cuando las estrellas colapsaron bajo la influencia de su propia gravedad). Pero hasta ahora tan solo hemos sido capaces de detectar unos veinte agujeros negros en la Vía Láctea, de los cuales apenas un puñado está confirmado. "Esta es una de las mayores discrepancias en astronomía. Si el tipo de sistema que hemos encontrado puede llenar el vacío, no lo sabemos, aún es demasiado pronto para decirlo, pero es un importante paso adelante".

domingo, 17 de mayo de 2020

INFORME DE TEMBLORES EN TODO EL MUNDO DESDE 15 DE MAYO




Mapa mundial que muestra terremotos de magnitud 3 en las últimas 24 horas 16 mayo 2020


Resumen: 307 tremblores M2+, 145 tremblores M3+, 46 tremblores M4+, 3 tremblores M5+, 1 tremblor M6+ (502 en total)

Magnitud 2+: 307 terremotos
Magnitud 3+: 145 terremotos
Magnitud 4+: 46 terremotos
Magnitud 5+: 3 terremotos
Magnitud 6+: 1 terremoto
Magnitud 7+: ninguno
Magnitud 8+: ninguno
Magnitud 9+: ninguno

Estimación de la energía sísmica total: 4.2*10^14 J (118 GWh / 1*10^5 tons of TNT / 6.3 atomic bombs equivalent)

Lista de los 10 terremotos más grandes del mundo:


LA CIENCIA LO CONFIRMA: EL NÚCLEO DE LA TIERRA ESTÁ GIRANDO






Tras estudiar sismos y terremotos, una investigación realizada por expertos de la Universidad de Illinois ha descubierto que el núcleo de la Tierra está moviéndose.

Según los investigadores, los temblores registrados durante largos periodos de tiempo son la demostración empírica de que el centro del planeta está girando.

Estos sismos, llamados por los expertos “dobletes”, son un tipo de movimiento telúrico que ocurre en el mismo lugar a lo largo del tiempo.

Para los científicos, “tener datos de la misma ubicación, pero en diferentes momentos, nos permite diferenciar entre las señales sísmicas que cambian debido a la variación localizada en el alivio de las que cambian debido al movimiento y la rotación”.

Yi Yang, líder de la agrupación de expertos que trabajó en la investigación, afirma que algunas ondas sísmicas generadas por el terremoto penetran a través del cuerpo del hierro, lo que genera que ocurran cambios del límite del núcleo interno de la Tierra.

Los expertos estiman que esta situación no ocurriría si el núcleo fuera estacionario (sin movimiento), por lo que plantean que “es importante observar que estas ondas refractadas cambian antes de que las ondas reflejadas en el límite del núcleo interno, lo que implica que los cambios vienen del interior de la Tierra”.

Gracias a los nuevos métodos de procesamiento utilizado por los expertos se puede obtener una mejor evidencia de que el núcleo que está debajo de nosotros está girando.

A raíz de lo anterior, los investigadores expertos en geología sospechan que este movimiento estaría “estrechamente relacionado con procesos dinámicos del campo magnético de la Tierra, que ocurren cerca del área límite entre el núcleo interno y el externo del planeta”.

Sin embargo, para los científicos todavía no existe una claridad sobre cómo funciona el campo electromagnético en la Tierra, por lo que aún no habrían indicios claros del porque su centro está en constante movimiento.

SE FORMA ARTHUR, LA PRIMERA TORMENTA TROPICAL DE LA TEMPORADA EN EL ATLÁNTICO






Miami, 16 may (EFE).- El Centro Nacional de Huracanes (NHC) de Estados Unidos informó este sábado de la formación de la tormenta tropical Arthur, la primera con nombre de la cuenca atlántica y 16 días antes del inicio oficial de la temporada de huracanes.

Arthur está situado a unos 305 kilómetros (190 millas) al este noreste de Cabo Cañaveral (Florida) y a unos 675 kilómetros (420 millas) a sur suroeste de Cabo Hatteras (Carolina del Norte).

Según el NHC, el sistema presenta vientos máximos sostenidos de 65 kilómetros por hora (40 millas) y se prevé un fortalecimiento de su potencia las próximas se horas.

Este sistema se anticipó al inicio oficial de la temporada del Atlántico, que va del 1 de junio al 30 de noviembre, y ha ocasionado desde el jueves pasado torrenciales lluvias y vientos en el sureste de Florida.

Arthur, que no presenta por ahora ninguna amenaza en tierra, presenta un movimiento al norte noroeste a 20 kilómetros por hora (13 millas), según el más reciente boletín del NHC.

Los meteorólogos esperan un movimiento hacia el norte-noreste o noreste esta noche y mañana domingo, después un desplazamiento más rápido hacia el noreste el lunes.

Arthur permanecerá lejos de la costa este de Florida y Georgia esta noche y el domingo, y luego se moverá cerca o al este de la costa de Carolina del Norte el lunes.

El NHC emitió una alerta de tormenta tropical para la costa de Carolina del Norte, desde Surf City hasta Pamlico y Albemarle Sounds.

Este sistema se anticipó al inicio oficial de la temporada del Atlántico, que va del 1 de junio al 30 de noviembre, y ha ocasionado desde el jueves pasado torrenciales lluvias y vientos en el sureste de Florida, en medio de la pandemia de la COVID-19.

Los meteorólogos del NHC prevén que Arthur produzca fuertes lluvias sobre Bahamas, Florida y Carolina del Norte en los próximos días.

Tormentas tempraneras como Arthur han sido usuales en las últimas ocho temporadas, tanto que los meteorólogos se preguntan si debe ampliarse el rango de la temporada.

Sin embargo, concuerdan que estos fenómenos pretemporada no suelen presentar peligro y que el verdadero riesgo son los huracanes, infrecuentes incluso en el mes de junio.

La Administración Nacional de Océanos y Atmósfera de Estados Unidos (NOAA, en inglés) tiene previsto para el próximo jueves anunciar en Miami su pronóstico inicial para la temporada 2020, que después irá revisando.

Sin embargo, otras organizaciones privadas y universidades han anticipado que estará "por encima de lo normal", siendo lo regular 12 tormentas con nombre, de las cuales 6 se convierten en huracanes, incluidos 3 importantes.

La compañía privada de servicios meteorológicos AccuWeather, por ejemplo, pronostica de 14 a 20 tormentas, de las cuales entre 7 y 11 llegarán a ser huracanes, entre estos 4 a 6 llegarán a categoría mayor, es decir 3, 4 o 5 (la máxima) en la escala de Saffir-Simpson.

Por su parte, la Universidad Estatal de Colorado (CSU) previó en abril pasado que la temporada será "superior al promedio anual".

Eso es con 16 tormentas con nombre, 8 huracanes y 4 de ellos de categoría mayor, entre otros, debido a que las temperaturas del Atlántico tropical y subtropical están "más caliente que el promedio de temperatura a largo plazo".

ASÍ ES, DE MANERA DETALLADA, CÓMO ATACA EL CORONAVIRUS A TODOS NUESTROS SISTEMAS VITALES






Los estudios se suceden y cada día descubrimos nuevos sistemas atacados por la COVID19


Feroz, ese ha sido el adjetivo elegido por la Revista Science en un detallado reportaje sobre las principales consecuencias que el coronavirus despliega por todo nuestro organismo. ¿Cómo mata el virus? Desde el cerebro hasta los dedos de los pies, “la COVID19 desarbola de manera feroz nuestros sistemas”, un titular que revela el conocimiento que hemos ido adquiriendo en los últimos meses sobre un virus desconocido y sobre su discreto pero implacable ataque a multitud de órganos vitales. 

Pulmones.

Desde el principio de la pandemia quedó claro que el SARS-Cov2 desarrollaba graves problemas respiratorios, sin embargo, con el paso de las semanas y la llegada de estudios cada vez más específicos, se descubrió que no es una neumonía típica. Los problemas respiratorios son el elemento más visible pero, ni es el único ni puede que sea el más grave de ellos.

Su peligrosidad comienza por su discreción, la falta de síntomas justo en los momentos en los que es más contagioso. “A medida que el virus se multiplica, una persona infectada puede eliminar grandes cantidades de él, especialmente durante la primera semana más o menos. Los síntomas pueden estar ausentes en este momento”. El enemigo silencioso se ha instalado en el sistema del atacado y despliega su amplio armamento en el sistema respiratorio. Descendiendo por la tráquea, ataca los pulmones colapsando los alveólos y debilita así el sistema que proporciona oxígeno a todo el cuerpo. Se desarrolla una afección, denominada síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA), los niveles de oxígeno caen en picado y el paciente se sumerge en una etapa de lucha constante por obtener una bocanada de aire.

Corazón.

Los problemas respiratorios se encuadran en un problema cardiovascular más global y generalizado de lo que podíamos sospechar hace solo unos meses. Conforme empezaron a llegar las primeras autopsias desde Italia, los investigadores se encontraron con evidencias de que “el coronavirus también compromete al corazón”. El Instituto Nacional para Enfermedades Infecciosas 'Lazzaro Spallanzani’ utilizó diferentes técnicas de macroscopía y microscopía en la autopsia de 20 cadáveres italianos para descubrir que todos ellos habían fallecido por un colapso “cardiorespiratorio". El principal ataque se inicia en los pulmones, pero tal y como indica el doctor Francesco Vaia en Next: “observamos fibrosis en el miocardio y pericardio, por lo que al final estos pacientes murieron por colapso cardiorespiratorio”.

Un artículo del 25 de marzo en JAMA Cardiology documentó el daño cardíaco en casi el 20% de los pacientes de 416 hospitalizados por COVID-19 en Wuhan, China. En otro estudio de Wuhan, el 44% de los 36 pacientes ingresados ​​en la UCI tenían arritmias.

Los investigadores están trabajando a marchas forzadas para entender qué causa exactamente ese daño cardiovascular. “El virus puede atacar directamente el revestimiento del corazón y los vasos sanguíneos, ricos en receptores ACE2. O tal vez la falta de oxígeno, debido al caos en los pulmones, daña los vasos sanguíneos. O una tormenta de citoquinas podría devastar el corazón como lo hace con otros órganos”. Cuanto más investigamos la enfermedad, más evidencias encontramos de que la enfermedad ataca con fuerza el sistema respiratorio pero remata su estocada final en el sistema cardiovascular.


Los síntomas iniciales del coronavirus esconden diferentes ataques a numerosos sistemas de nuestro organismoMás

Cerebro.

Los estudios e informes que han ido llegando durante estas últimas y duras semanas nos descubren otro sistema que resulta fuertemente atacado. “Algunos pacientes con COVID-19 tienen derrames cerebrales, convulsiones, confusión e inflamación cerebral”. Los médicos intentan comprender cuáles son los causados ​​directamente por el virus.



Hace tan solo unos días se publicó un estudio en JAMA titulado “Manifestaciones neurológicas de pacientes hospitalizados con enfermedad por coronavirus en Wuhan, China” en el que se encontró que “en una serie de casos de 214 pacientes con enfermedad por coronavirus, se observaron síntomas neurológicos en el 36,4% de los pacientes y fueron más comunes en pacientes con infección grave (45,5%) según su estado respiratorio, que incluyó eventos cerebrovasculares agudos, alteración de la conciencia, y lesión muscular”.

La actuación del coronavirus y sus efectos neurovasculares son una de las mayores incógnitas a las que se enfrentan los investigadores. Los primeros estudios y autopsias procedentes de China intentan entender qué papel juega el ACE2 (el receptor funcional del SARS-Cov2) en los diferentes órganos humanos, incluido el cerebro y en general todo el sistema nervioso. Los resultados de las primeras autopsias de pacientes con COVID-19 mostraron que el tejido cerebral era hiperémico y edematoso, con muestras de degeneración neuronal pero, por el momento, poco podemos afirmar más allá de estas obsrvaciones.

Hígado.

La mayoría de los estudios que nos están llegando, en cascada, en estos últimos dos meses aún no están revisados por pares y no tienen un número de sujetos estudiados suficiente para poder sacar conclusiones válidas. Sin embargo, sí puede servir como orientación en las observaciones que se están realizando para orientar futuros estudios. El ejemplo del cerebro, se vuelve a repetir en otro órgano vital como es el hígado, donde aún no podemos extraer conocimientos definitivos más allá de observar que, tal y como indica este estudio en preprint, aproximadamente la mitad de los pacientes hospitalizados tienen niveles de enzimas que indican un hígado en dificultades.

Las consecuencias de este ataque al hígado aún no están nada claras y por todo el mundo han surgido incontables secuelas, algunas de ellas bastante insólitas, como el cambio en la pigmentación de los dos médicos chinos que tratamos en este artículo. Aún no hay respuestas definitivas aunque las primeras deducciones apuntan a dos posibles objetivos: un sistema inmune muy sobrecargado, o los tratamientos y medicamentos administrados para combatir el virus pueden estar causando el daño.

Riñones, sistema digestivo, ojos, terminaciones nerviosas… Desde el inicio de la pandemia hasta nuestros días las investigaciones y datos se están acumulando para ofrecernos una perspectiva global y es la siguiente: El virus no despliega un solo ataque, si tuviéramos que hacer una comparación, lo más aproximado sería un completo desembarco de tropas, artillería y aviación. Pero hay algo muy importante que no debemos olvidar, aún no conocemos bien a nuestro enemigo, muchos de estos elementos están conectados y son necesarios más y mejores estudios para solucionar los huecos que faltan.

Si has llegado leyendo hasta aquí, me gustaría recordarte aquella metáfora del elefante en la que, en una habitación a oscuras y solo con el tacto, una persona toca una pata, otra persona adivina una oreja y otra descubre una trompa… Ninguna por separado puede llegar a la conclusión final, necesitamos encender la luz y realizar más estudios que nos den una visión general. La ciencia está avanzando a un ritmo sin precedentes pero todavía es pronto y los resultados tan solo nos muestran ataques y secuelas aquí y allí. Cualquier conocimiento real de este virus llegará cuando empecemos a unir todas esas piezas separadas para entender la enfermedad de manera más completa.

ENCUENTRAN UN PLANETA POTENCIALMENTE HABITABLE PERDIDO EN LOS ARCHIVOS DE KEPLER




Ilustración artística comparando los tamaños de la Tierra y Kepler 1649c | imagen NASA/Ames Research Center/Daniel Rutter


Los telescopios espaciales nos están dando una maravillosa lección de cómo hacer ciencia, incluso años después de haber terminado su misión. Hubble, Spitzer, Chandra, SOHO, Kepler… La cantidad de datos recogida por estas ventanas al Universo es tan inmensa que se necesitarán décadas para analizar todo el material que han atesorado en sus años de trabajo. Una de estas agradables sorpresas nos la acaba de regalar el Telescopio espacial Kepler que dejó de funcionar en noviembre de 2018 y que, aún así, sigue desvelando los secretos del cosmos mediante su interminable archivo de datos.

Los investigadores siguen buceando en el mar de tránsitos captados por Kepler sabiendo que, perdidos en algún lugar de esas incontables gráficas, se encuentran planetas potencialmente habitables muy similares a la Tierra. Es el caso del exoplaneta Kepler-1649c que, en medio de un panorama científico dominado por el coronavirus, se ha convertido en protagonista por unos días al convertirse en uno de los más serios candidatos a exoTierra.

En esta misma sección de ciencia hemos analizado en diferentes ocasiones en qué consiste el sistema de detección de exoplanetas mediante tránsitos. La luz procedente de una estrella que capta un observatorio espacial como Kepler puede variar si un planeta pasa delante de ella. Estos pequeños “eclipses” nos indican que esa determinada estrella tiene un objeto que se cruza en su órbita, y si además existe periodicidad en ese paso, los investigadores se frotan las manos ante un nuevo candidato a planeta. De esta manera, y con la ayuda de otros métodos de detección, la comunidad científica ha descubierto ya más de 4200 exoplanetas incluyendo algunos muy interesantes dentro de la zona de habitabilidad de sus estrellas.



Tránsitos recogidos por el Telescopio Kepler del nuevo exoplaneta pasando frente a su estrella | Vanderburg, Andrew, et al.Más

Pero este nuevo planeta Kepler-1649c tiene algunas características que lo convierten en uno de los mejores candidatos encontrados hasta la fecha. La primera de ellas es su tamaño. La mayoría de estos exoplanetas detectados se encuentran tan lejos que, obviamente, los cuerpos más grandes (tipo Júpiter o Saturno) son los más fáciles de detectar. Sin embargo Kepler 1649c tiene un tamaño muy similar a la Tierra, tan parecido que su diámetro es 1,06 veces el diámetro de nuestro planeta.

El concepto de “zona de habitabilidad” es una idea fácil de comprender. Resumiendo de manera sencilla podemos decir que se trata de la zona alrededor de una estrella donde existen las condiciones necesarias para contener agua líquida. Esta zona depende de la estrella: para soles gigantes la zona de habitabilidad se sitúa en regiones más alejadas, mientras que en estrellas enanas se encuentra más cerca de la estrella. Kepler-1649c orbita cerca de su estrella, pero en este caso es una enana roja de tipo M que solo tiene el 20% de la masa de nuestro Sol, por lo que su zona habitable del sistema se encuentra muy cerca de la estrella. Así pues tenemos un planeta de un tamaño casi exacto a la Tierra, de composición rocosa (no es un planeta gaseoso), que se encuentra a unos 300 años luz de nosotros orbitando cerca de una pequeña estrella dentro de su zona de habitabilidad.

Lo curioso es que el Telescopio espacial Kepler tenía como prioridad analizar tránsitos en busca de cuerpos planetarios en estrellas similares a nuestro Sol. Encontrar entre los datos recogidos un exoplaneta potencialmente habitable orbitando una estrella enana no solo ha sido una grata sorpresa sino que abre una ventana interesante en la búsqueda de nuevos mundos alrededor de cualquier tipo de estrellas.

viernes, 5 de julio de 2019

ASTRONAUTAS CAPTAN UNA ESPECTACULAR IMAGEN DEL VOLCÁN RAIKOKE EN PLENA ERUPCIÓN






Los astronautas de la ISS consiguieron esta espectacular fotografía del volcán Raikoke desde el espacio | imagen NASA Earth Observatory


Las Kuriles son un archipiélago compuesto por más de 50 islas volcánicas que se extiende por el Pacífico Norte desde las regiones rusas más orientales de Rusia hasta el norte de Japón. Este conjunto de islas se conoce como “arco insular”, una clase de archipiélago formado por la acción de tectónica de placas a medida que una placa en el océano protagoniza una subducción contra otra y surge magma. En el centro de este arco de islas se encuentra la pequeña isla de Raikoke, un peñasco en mitad del océano que alberga un prominente volcán.

Raikoke, se encuentra deshabitada y su gran protagonista, un volcán con el mismo nombre, entró en erupción por última vez en 1924. Después de un tranquilo y silencioso descanso que ha durado casi un siglo, el pasado 22 de junio, el Raikoke volvió a agitarse ofreciendo una explosión de ceniza y material magmático tan potente que se podía observar desde el espacio. Los tripulantes de la Estación Espacial Internacional estuvieron rápidos y atentos para conseguir una espectacular fotografía del volcán en plena erupción.



Vista del espectrorradiómetro de imágenes de resolución moderada (MODIS) | imagen NASA Earth Observatory


Al contrario que otros volcanes vecinos activos constantemente, el Raikoke entra en erupción de manera puntual y después se queda plácidamente dormido durante décadas o siglos, los registros que conservamos indican que sus anteriores erupciones se produjeron en 1778 y 1924. La última explosión del Raikoke, este pasado 22 de junio, pilló a los astronautas de la ISS por sorpresa mientras sobrevolaban esta región del Pacífico. La erupción comenzó sobre las cuatro de la madrugada (hora local de las Kuriles) y en apenas unos minutos una enorme cantidad de cenizas y gases volcánicos fueron expulsados desde el cráter, creando una gran nube de unos 700 metros de ancho.


Vista del espectrorradiómetro de imágenes de resolución moderada (MODIS) | imagen NASA Earth Observatory


Después de la oleada inicial, que incluyó varios pulsos explosivos, la actividad disminuyó rápidamente y los fuertes vientos esparcieron las cenizas a través del Pacífico, creando una columna de ceniza y humo que llegó a alcanzar los 17 kilómetros de altura. Tras este breve periodo de actividad, el Raikoke ha vuelto a la tranquilidad, probablemente hasta que vuelva a despertar dentro de varias décadas.

POR QUÉ ES TAN IMPORTANTE QUE HAYAN ENCONTRADO UN DEPÓSITO ENORME DE AGUA DULCE BAJO EL ATLÁNTICO





Las marcas amarillas indican la superficie ocupada por el acuífero submarino encontrado frente a la costa noreste de los Estados Unidos. (Crédito imagen: Gustafson et al.).


Bajo nuestros pies el planeta Tierra guarda un montón de secretos fascinantes que apenas estamos empezando a vislumbrar. Os conté lo que los investigadores están comenzando a aprender cómo es realmente la estructura interna de nuestro planeta hace apenas dos meses, pero lo cierto es que en ocasiones no hace falta dejar atrás la corteza terrestre para encontrar sorpresas que podrían cambiar nuestras vidas.

En efecto, un reciente estudio publicado en la revista Scientific Reports por investigadores de la Universidad de Columbia y de la Institución Oceanográfica Woods Hole, acaba de desvelar la existencia de un enorme acuífero submarino compuesto por agua dulce, oculto a 182 metros bajo el lecho marino del océano Atlántico.

El acuífero podría contener 2.800 kilómetros cúbicos de agua dulce, si bien la salinidad varía a medida que nos alejásemos de la costa (situada entre Massachusetts y el sur de New Jersey) hacia el interior del océano, en el que se adentra 120 kilómetros.

En cuanto a las diferencias en la salinidad, al parecer cerca de la costa el agua tiene 1 parte por mil de sal y es probable que se vea alimentada por escorrentías procedentes de los acuíferos terrestres cercanos. Por otro lado en el extremo más alejado de la costa, el agua submarina muestra una salinidad de 15 partes por mil. En ambos casos el agua no es potable y habría que desalinizarla pero la energía necesaria para ello sería mucho menor que la empleada con el agua de mar, que posee 35 partes por mil de sal en suspensión.

Volvamos sobre la naturaleza de este acuífero submarino. Las primeras pistas de que algo así podía estar oculto bajo el suelo del océano llegaron en la década de los 70 gracias a la industria petrolífera. Cuando realizaban prospecciones cerca de la costa, algunas veces encontraban agua dulce en lugar de oro negro, aunque por razones obvias nunca se preocuparon por medir el tamaño de las bolsas acuosas.

Hace unos 20 años, investigadores de la Universidad de Columbia comenzaron a colaborar con las compañías petroleras empleando técnicas de sondeo electromagnético del subsuelo marino. Las ondas electromagnéticas funcionaban de un modo similar al de los rayos X, en el sentido que sirven para detectar objetos ocultos a la vista. Entre aquellos científicos se encontraba Kerry Key, coautor del trabajo del que os estoy hablando. Fue él quien se decidió a modificar la tecnología de sondeo usada entonces, para poder aplicarla a fines científicos. Esto es lo que ha permitido ahora revelar la existencia de la bolsa de agua.

¿Cómo llegó el agua ahí abajo? Los coautores del trabajo teorizan que esa agua pudo haber sido hielo que se derritió después de la última glaciación, la cual quedó atrapada en un sedimento rocoso.

Puede que en la costa noreste de Norteamérica no sea de mucha ayuda una bolsa tan grande de agua dulce, pero imaginad la implicación que podría tener encontrar algo así cerca de (por ejemplo) las poblaciones ribereñas del Mediterráneo africano, un lugar donde el agua no es precisamente un recurso fácil de encontrar.


¿Veremos en un futuro cercano a los desiertos hacerse verdes? (Crédito imagen: MIT).


¿Podría haber agua tan cerca del desierto? Bien, el Sáhara no siempre fue el inmenso mar de arena que hoy vemos. Hace entre 5.000 y 10.000 estaba cubierto de sabanas y praderas frondosas, y sus habitantes podían acceder al agua dulce a través de lagos permanentes, cuyo caudal se renovaba por las abundantes lluvias monzónicas.

Por otro lado, hay científicos que sostienen que hubo partes de la historia de la Tierra en que nuestro planeta estuvo totalmente cubierto por hielos formando una especie de bola de nieve gigante.

¿Quién nos dice que parte de esa agua no haya quedado atrapada en bolsas situadas por debajo del lecho marino, tal y como sucede frente a la costa noreste de EE.UU.? De ser así, y de poder acceder a ese recurso de manera más o menos sencilla y económica, imaginad la revolución agrícola que podría suponer contar con tanta agua para riego en regiones hasta ahora desérticas.

Los coautores del estudio, Key entre ellos, esperan que su investigación pueda emplearse para ubicar otros acuíferos costeros submarinos repartidos por todo el mundo. Si en el futuro cercano somos lo bastante inteligentes como para abandonar los combustibles fósiles, sería interesante poder reciclar las antiguas plataformas petrolíferas para transformarlas en prospectores de agua, allá donde de verdad hace falta.